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lunes, 13 de diciembre de 2010

Jorge Guillén

Jorge Guillén, poeta y crítico literario español nacido en Valladolid en 1893. Estudió Filosofía y Letras en Madrid, aunque se licenció en Granada en 1913. Fue lector de español en La Sorbona entre 1917 y 1923 y Catedrático de Lengua y Literatura Españolas en Oxford. Durante la guerra civil estuvo preso, logrando salir de España en 1938 para establecerse en Estados Unidos.
Fue profesor de varias universidades americanas, especialmente en la Universidad de Harvard. Al morir Franco se estableció de nuevo en España donde obtuvo el premio Cervantes en 1976. Se le considera el principal representante de la poesía pura en España.
Falleció en Málaga en 1984


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El aire

Aire: nada, casi nada,
O con un ser muy secreto,
O sin materia tal vez,
Nada, casi nada: cielo.

Con sigilo se difunde,
Nadie puede ver su cuerpo.
He ahí su misma idea,
Aire claro, buen silencio.

Hasta el espíritu el aire,
Que es ya brisa, va ascendiendo
Mientras una claridad
Traspasa la brisa al vuelo.

Un frescor de transparencia
Se desliza como un témpano
De luz que fuese cristal
Adelgazándose en céfiro.

¡Qué celeste levedad,
Un aire apenas terreno,
Apenas una blancura
Donde lo más puro es cierto!

Aire noble que se otorga
Distancias, alejamientos.
Ocultando su belleza
No quiere parecer nuevo.

Aire que respiro a fondo,
De muchos soles muy denso,
Para mi avidez actual
Aire en que respiro tiempo.

Aquellos días de entonces
Vagan ahora disueltos
En este esplendor que impulsa
Lo más leve hacia lo eterno.

Muros ya cerca del campo
Guardan ocres con reflejos
De tardes enternecidas
En los altos del recuerdo.

¡Cómo yerra por la atmósfera
Su dulzura conduciendo
Los pasos y las palabras
Adonde van sin saberlo!

Algo cristalino en vías
Quizá de enamoramiento
Busca en una aura dorada
Sendas para el embeleso.

Respirando, respirando
Tanto a mis anchas entiendo
Que gozó del paraíso
Más embriagador: el nuestro.

Y la vida, sin cesar
Humildemente valiendo,
Callada va por el aire,
Es aire, simple portento.

Vida, vida, nada más
Este soplo que da aliento,
Aliento con una fe:
Sí, lo extraordinario es esto.

Esto: la luz en el aire,
Y con el aire un anhelo.
¡Anhelo de trasparencia,
Sumo bien! Respiro, creo.

Más allá del soliloquio,
Todo mi amor dirigiendo
Se abalanzan los balcones
Al aire del universo.

¡Balcones como vigías
Hasta de los más extremos
Puntos que la tarde ofrece
Posibles, amarillentos!

Mis ojos van abarcando
La ordenación de lo inmenso.
Me la entrega el panorama,
Profundo cristal de espejo.

Entre el chopo y la ribera,
Entre el río y el remero
Sirve, transición de gris,
Un aire que nunca es término.

¡Márgenes de la hermosura!
A través de su despejo,
El tropel de pormenores
No es tropel. ¡Qué bien sujeto!

Profundizando en el aire
No están solos, están dentro
Los jardinillos, las verjas,
Las esquinas, los aleros...

En el contorno del límite
Se complacen los objetos,
Y su propia desnudez
Los redondea: son ellos.

¡Islote primaveral,
Tan verdes los grises! Fresnos,
Aguzando sus ramillas,
Tienden un aire más tierno.

El soto. La fronda. Límpidos,
Son esos huecos aéreos
Quienes mejor me serenan,
Si a contemplarlos acierto.

Feliz el afán, se colma
La tensión de un día pleno.
Volúmenes de follajes
Alzan un solo sosiego.

Torres se doran amigas
De las mieses y los cerros,
Y entre la luz y las piedras
Hay retozos de aleteos.

En bandadas remontándose
Juegan los pájaros. Vedlos.
Todos van, retornan, giran,
Contribuyen al gran juego.

¡Juego tal vez de una fuerza
No muy solemne, tanteo
De formas que sí consiguen
La perfección del momento!

Esta perfección, tan viva
Que se extiende al centelleo
Más distante, me presenta
Como una red cuanto espero.

¡Aquel desgarrón de sol!
Arden nubes y no lejos.
Mientras, sin saber por qué,
Se ilumina mi deseo.

Arbolados horizontes
-Verdor imperecedero-
Dan sus cimas al dominio
Celeste, gloria en efecto.

Gloria de blancos y azules
Purísimos, violentos,
Algazaras de celajes
Que anuncian dioses y fuegos.

La realidad, por de pronto,
Sobrepasa anuncio y sueño
Bajo el aire, por el aire
Ceñido de firmamento.

El aire claro es quien sueña
Mejor. ¡Soñar de misterio!
Con su creación el aire
Me cerca. ¡Divino cerco!

A una creación continua
-Soy del aire- me someto.
¡Aire en transparencia! Sea
Su señorío supremo.

Jorge Guillén




Amor dormido

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.

Jorge Guillén
Pintura de Baldassare Franceschini







Cima de la delicia

¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
en el espacio airoso,
henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
profundidad de espejo.
Las más claras distancias
sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
irreparables! ¡Bodas
tardías con la historia
que desamé a diario!

Mas, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
la plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!

Jorge Guillén



Desnudo

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

Jorge Guillén





Dominio del recuerdo

Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.

Jorge Guillén




Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes...

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

Jorge Guillén





El mar es un olvido...

El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

Jorge Guillén

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